Estamos asistiendo a un terrible y temible espectáculo. Terrible entre otras cosas porque mientras el país se desangra y millones de ciudadanos sufren las consecuencias de una cruenta crisis, el partido del Gobierno, el Partido Popular, está sumergido en la ciénaga de la corrupción, que ha producido pingües beneficios a algunos de sus miembros.
Temible es la reacción y repercusión que este execrable suceso está produciendo en la sociedad española, así como la visión que de nosotros se tiene en el exterior.
En el interior más rabia, más indignación y otra vuelta de tuerca que recrudece y eleva el tono del discurso anti político y, a la postre, anti-democrático. En el exterior más desconfianza que no ayuda a la difícil pero urgente tarea de salir adelante.
La salida, a mi parecer, puede parecer simple, pero no por ello deja de ser contundente y efectiva.
El partido de gobierno y el propio Gobierno en sí, deben asumir la responsabilidad en proporción a la magnitud de los hechos: dimisión del Presidente del Gobierno así como de algunos Ministros involucrados directamente en este caso, responsables orgánicos del propio partido, apoyo incondicional y colaboración con la Justicia y por supuesto, explicaciones públicas.
Solo con esta contundencia y claridad la descreída y diezmada opinión pública podrá recibir una bocanada de aire fresco, limpio y esperanzador.
Pero hace falta algo más. El enfermo recibe un balón de oxigeno, pero hay que sacarle del coma, recuperarlo y cuidarlo.
La grave crisis institucional en la que nos vemos inmersos es uno de los principales obstáculos para vencer la crisis. Sin las instituciones en buena forma –sólidas- será imposible afrontar las reformas o los cambios necesarios, que hay que hacerlos, con el apoyo y el reconocimiento de la necesidad de las mismas por parte de la voluntad popular.
Lógicamente, recuperar el pulso de las instituciones, la confianza en nuestro país, pasa por recuperar la credibilidad de la política. En este aspecto creo que mi partido, el PSOE, mi casa, tiene mucho que aportar, liderar y decidir. Con un Partido Popular sin rumbo y sin un dibujo de país, creo que los socialistas debemos asumir este reto y afrontar el papel relevante que hemos tenido en otros momentos de la historia.
Asumir este ‘papel relevante’ al que me refiero, supone, si me permiten los lectores, algo tan simple y tan claro como proponer a la sociedad española un proyecto de país.
Decir que el mismo debe ser reconocido y reconocible bajo el titulo de socialdemócrata puede parecer una estupidez, pero en los tiempos que corren es necesario recalcarlo y grabarlo en mármol junto a nuestro modelo territorial, a nuestra dimensión y modelo de administración pública, a la fiscalidad, al modelo financiero o al energético.
Dibujar de verdad nuestro modelo de estado de bienestar, definir nuestras líneas rojas e infranqueables de lo que es para nosotros la sanidad, las pensiones y los dependientes.
Y como no, la educación pública como pilar fundamental para impulsar el crecimiento y nuestra competitividad, tan necesarios para crear empleo.
No hay que olvidarse de algunas cuestiones que importan mucho y contribuirán con creces a recuperar la confianza en la democracia: la reforma electoral y el modelo de financiación de los partidos políticos.
Afrontar esta situación no es tarea fácil, parece titánica, pero los socialistas debemos liderar este proceso. Debemos aunar voluntades, de otros partidos, sindicatos, colectivos y asociaciones, sí, pero sobre todo de la sociedad civil.
Solo así acabaremos con los sobres de unos cuantos y de los verdaderos sobres, de los que me interesan y son provechosos para todos; de los que los ciudadanos con su libre elección y legítima opción política llenan las urnas, de esos, cuanto más mejor. Los verdaderos sobres, los que contienen los votos, son los que cambian de verdad el curso de los acontecimientos.
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