lunes, 14 de octubre de 2013

El día de la bestia

Quienes me conocen no esperan que genere en los demás falsas expectativas sobre la realidad que nos rodea, ni que ponga paños fríos a la hora de afrontar los problemas.  Soy optimista por naturaleza, pero de ahí a proferir consignas triunfalistas como está haciendo el Gobierno de nuestro país hay un amplio trecho.
La verdad es que no se atisba ni un claro horizonte, ni un nítido camino por el que discurrir para salir de la crisis, sino todo lo contrario. Las encuestas que la mayoría de los medios de comunicación vierten en sus páginas muestran un implacable y demoledor porcentaje de pesimismo ciudadano sobre el futuro de España.
En Parla no somos ajenos a este escenario y como repito en muchas ocasiones debemos redoblar nuestros esfuerzos para que nuestra ciudad siga progresando. No haré un relato de lo que hacemos, lo que podemos o debemos hacer. Tampoco sobre aquellos proyectos que aún están en el tintero, los que van dando pasos firmes o los que están estancados por la problemática propia de las circunstancias financieras. Para ello os invito a visitar la página web del Ayuntamiento o a seguir las noticias que se publican a diario, aunque estoy a disposición de todos mis convecinos para tratar estos temas bajo el formato que estimen oportuno.
Pero a través de estas líneas, quiero destacar que además del clímax general que vivimos en Parla en particular por desgracia sufrimos el acoso desmedido, injusto, peligroso y obsceno de los responsables políticos e institucionales del Partido Popular de Madrid.
Un acoso en toda regla, no a mí sino a esta ciudad y a todos los que aquí viven. Una posición o estrategia que es incompatible con la lealtad institucional y con el compromiso que se espera para atender las necesidades y expectativas de una población tan madrileña como el resto.
Con esta actitud se desprecia la cooperación, la inteligencia, la suma real “de todos” como ejercicio productivo para encontrar un halo real de esperanza.
Todo este acoso tiene lógicamente su soporte mediático. No hay día del año, ya sea grande o pequeña la magnitud de la noticia a analizar y achacable o no a mi ejercicio  –bueno o malo- como servidor público, que Parla no se muestre como el epicentro global del caos y el mal.
Hombre, sin pecar de chovinista, aquí ocurren cosas muy buenas y me gustaría que se contasen. Miles de historias individuales de aquellos que pelean todos los días por salir adelante. Las historias de los que ayudan a los demás. Historias protagonizadas por aquellos que pasan horas en su barrio, en una asociación o en un club deportivo contribuyendo con su esfuerzo y sin otra recompensa que la de haber satisfecho un momento de ocio para un convecino o la de haber ayudado a hacer los deberes a un niño del barrio. Por qué no nombrar a los miles de vecinos que participan en las actividades que programa el Ayuntamiento y también a aquellos que las hacen posibles. A los que trabajan en los servicios municipales y que lo hacen 365 días al año…, o por qué no mencionar a los que quieren montar su negocio en nuestra ciudad y a los que pelean por mantenerlo. O por qué no destacar el trabajo de los que cuidan de nuestra salud y expresan su rechazo al plan de nuestros gobernantes regionales. A los que educan a nuestros pequeños y adolescentes. O a aquellos que quieren cambiar las cosas, que proponen, generan y crean en nuestra ciudad.
En Parla hay miles de historias que contar y de las que me siento orgulloso. Historias que me reafirman en la idea de que para mí es un gran privilegio ser alcalde de la ciudad que me vio nacer.
Y por qué no, hablando de nacimientos y de la imagen de nuestra ciudad que algunos ‘apóstoles del Apocalipsis’ quieren trasladar, podría parecer que en la próxima Navidad nacerá en Parla el Anticristo. Se me viene a la cabeza “El día de la bestia”, magnífica película del maestro Alex de la Iglesia. No sé si será del agrado del nuevo fichaje de la crítica cinematográfica: el señor Montoro, pero a mí me gusta y me divierte.

Por eso, con el debido respeto, me permito imaginar otro final para un posible remake. No, no penséis que el nacimiento del Anticristo se produciría en la casa o en el barrio de alguno de nuestros convecinos ni en la sede de ningún partido político parleño, no.  Si esto tiene que ocurrir y las profecías cinematográficas deben cumplirse, qué mejor sitio para el nacimiento del anticristo que entre las tragaperras de Eurovegas. El San José, la Virgen, los Reyes Magos, el buey y el burro lo dejo a la arbitrariedad y buen saber de la imaginación de los lectores.

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