Aunque la tradición es sobretodo catalana, permitidme que me suba al carro. Este viernes es el Día del Libro (y de San Jordi). Esa tradición marca regalar un libro y una rosa a quienes se quiere. Fuera de Cataluña valdría con el libro sólo, pero me gusta eso de poder adornarlo con una rosa. Por eso parafraseo el título de mi última entrada en el blog, pero el tono de ésta es más amable. Que nadie huya antes de tiempo, por favor.
El Día del Libro (aunque todos los días deberían ser del libro) sigue siendo algo especial para mí. Es un homenaje a la cultura, al saber, a la convivencia. Con mente preclara y premonitoria, el poeta alemán Heinrich Heine señaló que “allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres”. Años después la Alemania nazi cumplía el vaticinio de Heine, en uno de los momentos más dramáticos y perniciosos de la Historia. Atacar los libros (como sucedió en muchas otras épocas) supone un dardo envenenado dirigido a la propia Humanidad. Por esa razón, celebrar el Día del Libro sirve para espantar esos tristes fantasmas.
Aún me acuerdo de la primera vez que me compré un libro. Fue en la calle Humanes, frente al colegio Ramón y Cajal, y no me pude resistir, adquirí varios de Julio Verne, un historiador de la fantasía. También me compré una versión infantil de la ‘Iliada’, uno de esos libros cortos que, como dice Quevedo, “para entenderlos como se merecen, se necesita una vida muy larga”.
Ahora, tengo dos volúmenes entre manos. Son tan distintos que se complementan. Uno es ‘El perfeccionista en la cocina” de Julián Barnes, el otro es un préstamo/recomendación de una de las aventuras del inspector Méndez, de González Ledesma. Aunque ninguno me ha impresionado tanto como ‘La familia de Pascual Duarte’. Sólo por esta obra maestra merecía Cela el Nobel. Una joya que no me canso de releer.
No pretendo que os sirvan de sugerencia, pero sí de acicate para que el viernes (o cualquier otro día que os venga bien) os acerquéis a una librería y os zambulláis en la lectura del libro que más os seduzca. No olvidéis que, como decía el ensayista británico Thomas Carlyle, los libros son amigos que nunca decepcionan.
El Día del Libro (aunque todos los días deberían ser del libro) sigue siendo algo especial para mí. Es un homenaje a la cultura, al saber, a la convivencia. Con mente preclara y premonitoria, el poeta alemán Heinrich Heine señaló que “allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres”. Años después la Alemania nazi cumplía el vaticinio de Heine, en uno de los momentos más dramáticos y perniciosos de la Historia. Atacar los libros (como sucedió en muchas otras épocas) supone un dardo envenenado dirigido a la propia Humanidad. Por esa razón, celebrar el Día del Libro sirve para espantar esos tristes fantasmas.
Aún me acuerdo de la primera vez que me compré un libro. Fue en la calle Humanes, frente al colegio Ramón y Cajal, y no me pude resistir, adquirí varios de Julio Verne, un historiador de la fantasía. También me compré una versión infantil de la ‘Iliada’, uno de esos libros cortos que, como dice Quevedo, “para entenderlos como se merecen, se necesita una vida muy larga”.
Ahora, tengo dos volúmenes entre manos. Son tan distintos que se complementan. Uno es ‘El perfeccionista en la cocina” de Julián Barnes, el otro es un préstamo/recomendación de una de las aventuras del inspector Méndez, de González Ledesma. Aunque ninguno me ha impresionado tanto como ‘La familia de Pascual Duarte’. Sólo por esta obra maestra merecía Cela el Nobel. Una joya que no me canso de releer.
No pretendo que os sirvan de sugerencia, pero sí de acicate para que el viernes (o cualquier otro día que os venga bien) os acerquéis a una librería y os zambulláis en la lectura del libro que más os seduzca. No olvidéis que, como decía el ensayista británico Thomas Carlyle, los libros son amigos que nunca decepcionan.
Comparto contigo la aficción por la lectura y me parece tristísimo que los niños ahora se entretengan más con un videojuego que leyendo un libro. Yo que he sido siempre buena lectora y he huído de los videojuegos, pq me aburrian enormente, intento trasladar a mi hijo esa pasión y esa inmersión en la lectura tan apasionante. Nunca olvidaré cuando mi madre con 10 años me regaló todos los libros de "Antoñita la Fantástica", ahora con casi 40 le agradezco ese favor que me hizo, y como te digo, intento que mi hijo siga estos pasos.
ResponderEliminarElena Delgado
Que mejor objetivo de desarrollo de la imaginacion, donde uno puede viajar a lugares donde nunca a estado, tengo muchisimos libros en casa me encanta la lectura gracias a mi madre, que muchas veces los comentamos, pero mi libro preferido de pequeña es Los personajes de la medianoche, me encanto por suerte o por desgracia lo he perdido. Uno que me lei hace tiempo fue la sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafon, donde viajas a otros mundos. Intentare cuando tenga hijos inculcarles a la lectura ya que es muy buena para desarrollar su mente.
ResponderEliminarLourdes de la Fe
Estoy metido de lleno en una pelea y por ahora no puedo asegurar que la vaya a ganar.
ResponderEliminar¿Cómo puedo ayudar a un joven adolescente para que coja el gustillo de la lectura más allá de aquellos libros obligatorios?
Recientemente alguien me regaló, y leí, El Caballero de la Armadura Oxidada (Robert Fisher); obligándome a pensar en lo que soy y la conveniencia de liberarme de la 'armadura' que continuamente llevo puesta.
Aunque posiblemente no leerá mi comentario, gracias le doy por ayudarme a abrir mis ojos por un momento; y gracias igualmente a quien me permite publicarlo; y por supuesto a todas y todos los que dedicais un minuto en su lectura.
Ahora más que nunca el acceso al libro es universal, fácil y gratuito, pues la enorme cantidad de recursos público y privados, bibliotecas, libros baratos, internet, etc. ponen a disposición de quien quiera leer todo aquello con lo que pudiera soñar literariamente. Así que no me compadezco de quienes no leen, pues es porque no quieren.
ResponderEliminarGracias a todos por vuestros comentarios y a ti, Chema, mi más sincero apoyo en la dura tarea que te ha tocado. Si en algo podemos ser de ayuda desde la institución, será un placer convencer a un joven de la ciudad de la importancia y lo gratificante que es la lectura.
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