miércoles, 31 de marzo de 2010

Otra vez la barbarie

Estremecimiento e impotencia. Otra vez esa combinación que te deja paralizado, sin capacidad de reacción, congelado entre el estupor y una indignación tan profunda que cuesta digerirla. Es cierto que, en esta ocasión, los hechos han sucedido en Moscú, a más de 3.000 kilómetros de Madrid. Sin embargo, la coartada de la proximidad no puede servir de consuelo cuando alguien decide inmolarse en nombre de unas ideas y de paso se lleva por delante las ilusiones de todo aquel que por el albur del destino se ha metido en el mismo vagón del metro que lo lleva a trabajar un día más. En uno de los mejores guiones del cine que conozco se reflexionaba sobre el asesinato y se decía algo así como que lo peor de matar a un hombre no es lo que le quitas, lo peor es que le quitas todo lo que podía llegar a ser.

El atentado terrorista perpetrado este lunes en el suburbano moscovita nos devuelve a la memoria a esos cinco parleños (y, por supuesto, de los centenares de víctimas) que un 11M de tétrico recuerdo se dejaron la vida; les arrebataron la ilusión propia y de los suyos y, quizá lo más importante, sembraron la semilla para concienciarnos de que la barbarie nunca puede tener sitio en democracia. No sirven apelaciones a religiones o ideas. Tristes abogados del diablo quienes buscan argumentos que justifiquen este tipo de asesinatos.

Nosotros los conocemos bien después de tanto sufrimiento y por eso nos solidarizamos con las víctimas. No olvidamos, nunca podremos olvidar, que nos faltan algunos vecinos, que otros quedaron malheridos y otros muchos, a los que no preguntaron nacionalidad, se vieron envueltos en una vorágine sin sentido ni futuro. Umberto Eco afirmaba con mucha razón que ‘el fin del terrorismo no es solamente matar ciegamente, sino lanzar un mensaje para desestabilizar al enemigo’. Bien, pues que sepan que somos sus enemigos y que la barbarie que siembran sólo conduce al fracaso, a su ruina moral y al ostracismo.

1 comentario:

  1. El terrorismo y la delincuencia tienen un instinto de supervivencia que les lleva a asentarse allí donde existen sociedades y leyes débiles y permisivas. El ejemplo de ello es nuestro pais en el caso del terrorismo, pues si después de 40 años seguimos con el mismo problema es que ni las leyes ni los politicos españoles han estado a la altura de solucionar, sin rendirse, una lacra que lleva cuatro décadas enquistada en la sociedad española y que no tiene fecha de caducidad.
    Es de alabar que el primer ministro ruso diga que hay que liquidar a los terroristas y la sociedad le respalde. La enorme diferencia es que esa misma frase puesta en boca de algún político español, le supondría ser tachado de fascista, intolerante, violador de los derechos humanos y mil infamias más.

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